miércoles, 20 de abril de 2011

8 1/2

Miro al techo que hoy ha vuelto a gotear,


hacía tiempo que no llovía así.

Y cada gota golpeando contra los cacharros de metal

me hace pensar unas veces en sangre y otras veces en ti.

Lo que en realidad viene a ser lo mismo.

Lo que, por crueldad, ahora viene a dar igual.

O puede ser un ángel que una vez perdió la fe y fue expulsado,

y que ha venido a agonizar justo encima de mi hogar y estas gotas sean sus lágrimas.

O puede que sea hora de entrar ya en razón

y llegar a comprender que dentro de este horror no hay literatura, no,

y eso tú lo sabes bien a fuerza de caer una y otra vez

en una trampa mortal que en el tiempo dura ya ocho años y medio.

Seré muy breve: te quiero, y esto duele.



Y vino un pájaro a posarse en mi ventana.

Tenía una ala rota y su plumaje era gris y azul.

Y al acercar mi mano y comprobar que no, no echaba a volar

supe de inmediato que lo enviabas tú.

Lo tomé entre mis garras y lo dejé morir,

y cuando lo hizo aún llovía aquí.

Y la sangre al gotear entre zarpas de animal presagió mi suerte,

como una ave que voló de Madrid hacia Gijón aun herida de muerte,

reescribiendo la espiral de prometer hacerlo bien,

de cometer un nuevo error, de no saber pedir perdón o pedirlo demasiadas veces.

Y aunque ahora escupo una oración helado de terror ningún dios responde aún.

¿Soy yo el que no ve o es que todavía no se hizo la luz?

Seré muy breve: te extraño, y esto duele.



Trato de encontrar una salida

pero no recuerdo ni por dónde hemos entrado aquí.

Y contemplo junto a mí el cadáver del que fui,

según tú, en una ocasión,

y es la mancha de humedad la de la herida mortal impregnada en el colchón,

y ahora que te oigo llorar en lugar de ir hacia ti

me vuelvo a anastesiar y me limito a subir el volumen del televisor,

o me concentro en recordar, para no pensar en ti,

que tendría que llamar y que alguien venga a reparar la gotera de una puta vez,

que ya cansé de recoger litros de agua gris, gris como un metal

que un día relució y que ahora es suciedad.

¿Qué se hace para amar lo que quise despreciar ya una y mil veces?

Seré muy breve: te he perdido, y esto duele
 
 
N.V. y LAS ESFERAS INVISIBLES
 
 
Entrada express. Necesitaba compartir este poema.

lunes, 4 de abril de 2011

Elogo?, Maloserá.

Hace tiempo que no actualizo mis noches árticas, y no es que ya no las tenga, sino más bien que no encuentro nunca las palabras adecuadas para ello. Hoy me siento a intentarlo de nuevo, y como aquella primera vez me quedo en blanco, y recuerdo la blancura mental escolar de cuando me planteaban de forma muy natural que escribiera una redacción. Tras los primeros minutos de pensar, porque, si, en los primeros minutos pensaba que carallo escribía, pasaba perderme en mi mente con millones de cosas que nada podían hacer por solucionar el problema al que me enfrentaba: escribir. Recuerdo que en una ocasión, mi maestra, intento darme la solución, ay no se, escribe por ejemplo cosas sobre tu ciudad.


Mi ciudad. Escribía eso, mi ciudad y lo acompañaba de dos puntos. Vuelta a perderme. Tengo que escribir algo. Mi ciudad: mi ciudad es muy bonita. Y ya está. Nada más que decir. ¿Como recoger la belleza o la fealdad de una ciudad con palabras, si yo lo siento con sonidos, con olores, con voces y gritos?,…..pero debía utilizar la palabra escrita. Para merendar esta tarde quiero nocilla.



Me gustaría hablar ahora de la ciudad en la que vivo, y cuando pienso, mi ciudad es muy bonita…..pues reculo, porque no es precisamente su belleza física lo que la define…….mal empezamos, pero maloserá que no se me ocurra nada.



Intento pues, recopilar datos, y me doy cuenta de que no quiero plantear una guía turística de la ciudad, pero me encuentro con un slogan que me resulta, como poco llamativo: Vivo en la ciudad de cristal.



¿Os imagináis lo que significa vivir en una ciudad de cristal? Porque claro, lo primero que me viene a la cabeza es que el cristal es frágil, se rompe, y entonces se torna peligroso, corta, nos hace sangrar. En esos términos, mal embajador de la ciudad sería si la intentara definir. Pero no, no es esta una ciudad peligrosa ni sangrante, todo lo contrario, es curiosamente, a pesar de su slogan, una ciudad segura, y, si pensamos en mi experiencia, para nada sangrante. Si es cierto que cuando te enfrentas a ella, como cuando entras en algo nuevo, andas con mucho cuidado, como si su suelo estuviera lleno de vidrios capaces de herir tus pies. Pronto te das cuenta que la ciudad no tiene esos cristales rotos en el suelo, pero también de que la ciudad no es solo sus calles. También lo son sus gentes.



Al combinar estos dos aspectos, nos encontramos con una especie de polígono de espejos, símbolos y simetrías que hacen que esta ciudad ejerza un poderoso hechizo sobre los que la visitamos por primera vez.





Y es entonces cuando descubres que la ciudad de cristal, lo es también de los espejos.



Como los espejos, la ciudad y sus habitantes, actúan como elemento que refleja nuestra imagen y nos la devuelve, a veces, supongo que dependiendo de la luz, ensalzando nuestro yo, otras veces deformándolo, y es entonces cuando nos damos cuenta de que son muchos los yos que habitan nuestro cuerpo. ¿Cual de todos ellos somos nosotros? Eso es lo que me ha contado la ciudad: todos y cada uno de ellos somos uno mismo. (Mira tu por donde, ahora voy a resolver el misterio de la santísima trinidad.)



El caso es que conforme vas viendo los reflejos que te devuelve la ciudad, los que te devuelven sus gentes, quedas en cierto modo atrapado en esas imágenes que como decía, son muchas, y paralelas a nosotros mismos, y, todavía no se si es un acto consciente, terminas siendo consciente de tus muchos yos.



Entonces es cuando terminas afirmando, contrariamente al personaje de Paul Auster, en curiosamente un relato llamado ciudad de cristal (trilogía de NY.), “Soy Manuel C., ese es mi autentico nombre” Y es que claro, esto no es Nueva York, esto es A Coruña.



La ciudad de los espejos te devuelve pues, miles de imágenes para demostrarte que tu antigua percepción del yo estaba equivocada.





De alguna forma la ciudad me ha ayudado a convertirme en otro, en mí mismo.



A estas alturas del texto, no se si estoy hablando de mi ciudad (es muy bonita) o de nuevo me he puesto a divagar sobre mí.



Elogo?





No es mi ciudad, porque a nadie puede pertenecer, y por ello también es mi ciudad. Durante el tiempo que he vivido en ella he sido gallego por libre decisión, frase que oí a un escritor gallego que no era gallego de toda la vida.



Y bueno, que eso de ser gallego no es nada fácil, que los gallegos no se sabe si bajan las escaleras (ellos dicen que de puro rápido que lo hacen), que los gallegos contestan con una pregunta, que la tortilla de patata, con patatas do país, claro está, es la mejor tortilla del mundo (¿), que el membrillo, solo con queso do país, que la madera debe ser do país, que los grelos, ayyy los grelos…..millones de cosas que pueden parecernos de un nacionalismo subido, y que ellos sin embargo aprovechan muy a su favor, y es que estoy pensando en las campañas publicitarias de GADIS, (PINCHA AQUI) (algo así como distribuidores gallegos, pero al revés, como en ingles): Vivamos como galegos! (jejeje, pincha tambien aqui)



La primera vez que fui al cine en Coruña, fue a ver 18 comidas, peli que os recomiendo, y allí descubrí las campañas publicitarias de esos supermercados. Creo que eso es Galicia. Esa es la ciudad que he descubierto.



¿elogo?



¿Sabéis que es lo mas bonito de la ciudad?



…..